las palabras sin voz
y el público en silencio,
en plena obra,
cuando todo parecía acabado.
Quedaron adormecidas las cuerdas,
no había quién hiciera llegar la música,
murió por un instante,
falto de razón,
desposeído de ilusiones,
ajado por un dolor
que se clavaba en el alma
cual veneno que del corazón
se desprendiera.
Inmune ante el deseo,
vertió multitud de mentiras
sobre el escenario
para creerse más fuerte
durante el angosto tránsito
en el que se convirtió
el amor
que le habían profesado.
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